El debate está servido. ¿Qué hacer con la universidad en tiempos de tantas dificultades y restricciones económicas? Hace sólo unos días, un Informe del Foro Económico Mundial apuntaba los riesgos de los recortes que en I+D se están materializados en España por el Gobierno Rajoy. Más concretamente, el informe ponía el acento en el efecto contractivo de dichos los recortes en cuanto a la capacidad de innovación del país. Una cuestión, esta última, que dicho informe estimaba crucial para abordar la transformación económica que España precisaba. El mismo informe nos colocaba en el puesto 36 del ránquing mundial en cuanto a competitividad de los países cuando deberíamos ocupar un puesto entre los 10 primeros. A pesar de esta advertencia y de esta evidencia, del mismo informe se deducía que la educación universitaria presentaba en España una buena valoración global. Sirvan todos estos datos, aparentemente deslavazados los unos de los otros, para reforzar la idea de que sin inversión en formación, en investigación y en desarrollo no hay futuro posible.

La universidad, como motor y agente de cambio que es, forma parte de la respuesta que debe darse a la actual crisis económica. No del problema. Y así debe entenderlo la sociedad. De todos es sobradamente conocido que si de alguna cosa podemos sentirnos mesuradamente satisfechos es del desarrollo de nuestra capacidad científica y de iniciativa científica que hemos generado desde nuestras universidades públicas; universidades que, a pesar de tantas dificultades, han sabido aprovechar y capitalizar las habilidades y competencias formativas de una de las generaciones de españolas y de españoles mejor formadas. Los éxitos científicos españoles en todos los campos son notables, y cada día descubrimos nuevos avances científicos en los que están implicados grupos de investigación españoles.

Sirva todo lo hasta aquí apuntado como una evidencia que precisamente es en tiempos de crisis cuando más debe invertirse en formación, en investigación y en conocimiento. En definitiva: en futuro. Contrariamente caminaremos hacía una economía condenada a ir a remolque de otras economías y de otros países. Pero como todo en la vida, las cosas ni son tan simples ni tampoco tan fáciles. Y si bien es cierto que la sociedad debe confiar en la universidad como valor de presente y de futuro, no es menos cierto que la universidad debe asumir sus propias responsabilidades, corregir sus errores, y a través del debate interno posicionarse de cara al futuro y servir mucho mejor a la sociedad a la que se debe. A su vez la sociedad debe aprovechar y capitalizar el conocimiento que la universidad genera y que a su vez es motor de bienestar y de desarrollo social. De aquí que profundizar en el diálogo entre universidad y sociedad es hoy más determinante que nunca, no sólo para mejorar las relaciones entre ambas realidades sino que también para establecer alianzas estratégicas que hasta ahora han brillado por su ausencia.

Publicat a Tecnonews, el 30 d’octubre de 2012